No escribiré como periodista. Lo haré como persona. No lo haré como comunicador, lo haré con el corazón. El deporte es algo que toda la vida me ha cautivado e impulsado para alcanzar mis metas. Me motiva escuchar historias de éxito, que al contarlas, me hace pensar en emularlas en mi campo, en mi área. Siempre he tenido una profunda admiración a los deportistas. Puede ser que un poco de envidia que les pagan por hacer algo tan apasionante y maravilloso… por divertirse.
Me doy cuenta que mi trabajo no se queda atrás. Soy capaz de contar historias fascinantes. Algunas tristes y otras felices. Esta historia que contaré es tanto triste, emotiva y aunque no se pueda creer aún, feliz.
El sismo derrumbó lo irreparablemente material. Pero no lo profundamente sentimental. No liquidó a México en ningún sentido. Lo contrario, nos despertó más fuertes y mejores. Nos despertó el grado de hermandad que siempre tuvimos y nunca fuimos capaces de relucir en situaciones cotidianas. Nos tocó en lo profundo para renacer en todo aspecto. Contagiamos a todo un mundo, el de los deportistas.
Siempre me había preguntado cómo se vería un deportista semi dios, intocable, inalcanzable por el éxito que ha tenido. Lo vi y lo sentí. El 19 de septiembre, creo puedo hablar por mucha gente, creí que no libraría esto. Pensé que no volvería a ver a mi familia y seres queridos y hasta lo más estúpido, un partido de futbol.
Fue cuando vi que las más maravillosas historias que alguna vez escuché de todos esos personajes del deporte, se hicieron más reales que nunca. No son con su apoyo a la distancia, sino con actos y obras. Siempre soñé ver la parte humana de todos ellos. Y nunca esperé que lo fuera tanto.
Bien lo dicen los filósofos de antaño. Una imagen vale más que mil palabras. Gracias, México. Gracias, deporte. Por ser eterno, profundo, noble, insuperable, inspirador, único.
#FuerzaMexico