El futbol es y siempre será dominado y gobernado por América y Europa. Ni importa quién y no importa dónde. Alemania o Brasil. Argentina o Italia. Siempre los mismos. Los poderosos, los que dictan la danza del espectáculo y los colores de cada final de Copa del Mundo.
Tan sencillo como mirar números y darte cuenta que Brasil tiene cinco mundiales. Alemania e Italia, cuatro. Argentina y Uruguay, dos. Para esta próxima justa en Rusia, los favoritos son esos mismos. Más España, Francia y tal vez Inglaterra. Todos, alguna vez campeones del mundo.
Pero hubo una primera alegría africana que nació a partir de un gigante alemán. Mucho antes de que Nigeria conquistara oros olímpicos y mundiales infantiles. Mucho antes que Camerún diera el primer gran golpe al asalto de los gigantes como en 1990 derrotando a Argentina. Mucho antes de las cinco plazas que hoy tienen para cada Copa del Mundo.
Fue en España 1982. Cuatro años antes, se había dado la primera victoria de una selección africana en Copas del Mundo. En esa ocasión, Túnez venció 3 a 1 a México para darle a Africa su primer triunfo en este importante torneo.
Argelia, Alemania, Austria y Chile, compartieron el Grupo B. Alemania la siempre favorita, Austria en favorables pronósticos se jugaba (tal vez) con Chile el segundo puesto y Argelia, “el patio feo”, por quien nadie apostaba nada.
Entonces llegó lo inimaginable. Un 12 de junio en el Estadio El Molinón de Gijón, el grupo se inauguraba con el Alemania vs Argelia. El estadio se llenó para ver a Schumacher, Rummenigge, Magath y a un jovencito que pintaba para ser el futuro de la selección llamado Lothar Matthaeus.
Del otro lado, una incógnita pero de antemano conocida débil Argelia. ¿Cómo le iba a competir a un campeón del mundo y favorita a llevarse la edición española? Pues eso… cuando juegas sin presión y disfrutas el futbol, las locuras más grandes y las fantasías más inimaginables, pueden hacerse realidad.
Lo impensable estaba sucediendo. Pasaron 45 minutos sin daño antes que llegara el inicio de la segunda mitad y fue entonces cuando Gijón, España, Alemania y el mundo, enmudecieron con el gol de Rabah Madjer. Pasmados de asombro, silencios de duda. Pero entonces las aguas de la lógica se nivelaron cuando poco más de 10 minutos más tarde, Karl-Heinz Rummenigge lo empató.
El gusto duró prácticamente nada. Argelia nomás sacó de nuevo desde el medio de la cancha, generó una jugada que Lakhdar Belloumi finalizó para el 1-2. No era gran cosa, pues Alemania es Alemania y la certidumbre de volver a empatar e incluso remontar el marcador no era un secreto a voces. Pero no sucedió así.
Al silbar el árbitro el final del partido, lo insólito había sucedido. Por vez primera, un país africano venció a un campeón del mundo y no cualquiera. La poderosa y siempre temible Alemania había caído en su partido inaugural por primera y única vez en la historia. Y Argelia, le había a dado al continente africano la primera victoria ante una potencia.
A la postre, el final no fue feliz para Argelia, pues no clasificó a la siguiente ronda por diferencia de goles con la satisfacción de haber hecho un enorme mundial. Alemania, lo normal. Alcanzó la final aunque la perdió 3 a 1 frente a Italia.