Es probablemente la leyenda más grande e impactante dentro del futbol mundial. Es difícil que alguien no sepa o no haya escuchado de lo que fue el Maracanazo. La tragedia mas triste (futbolísticamente hablando) sucedió en Rio de Janeiro, en el Estadio Maracaná.
Después de la Segunda Guerra Mundial, con el continente europeo prácticamente hecho pedazos, el Mundial se disputó de nueva cuenta en Sudamérica. Era el año de 1950. Empezaba a sonar el Rock and Roll y la moda en ropa empezaba a ser tendencia y factor de popularidad.
Tras una extraña ronda eliminatoria, al final, se redujo a un grupo con 4 equipos pero sin eliminación directa. Es decir, por puntos. El que más unidades cosechara, sería el campeón luego de jugar todos contra todos. Brasil, Uruguay, España y Suecia eran los finalistas. Y así fue. A la ultima jornada llegaron los españoles y suecos eliminados, mientras que Uruguay y Brasil se disputaban 3 puntos, que quien los consiguiera, se llevaría la Copa a casa.
Brasil había goleado a España y a Suecia. De hecho, Brasil había goleado a todo aquel que lo enfrentó. En contraparte, Uruguay había sufrido para derrotar a los europeos. De cualquier modo, Uruguay tenía consigo la tarjeta de presentación de haber ganado ya un Mundial de Futbol y múltiples Copas América. Por más ilógico que se lea, Brasil, apenas comenzaba una historia dentro del futbol.
Entonces el partido inició a las 15 horas ante un estadio repleto de torçedores . El apoyo de casi 200 mil personas era agobiante para los charrúas. Incluso, varias situaciones podían des motivar a los uruguayos. De entrada, por las calles ya se pegaban carteles en la calle invitando al “Desfile de los campeones”. Las portadas de los periódicos ya estaban listas celebrando el título carioca. Se decía, incluso, que el discurso de Jules Rimet iba entonado a la felicitación a Brasil. De hecho, se rumoró también que el discurso estaba en portugués.
El partido comenzó y como era de esperarse, Brasil se puso arriba con gol de Friaca a los 47 minutos. Todo era algarabía y fiesta hasta que 20 minutos después Juan Schiaffino empató. Si bien el Maracaná se silenció, los aficionados no decayeron en el ánimo pues aún con el resultado, Brasil todavía podía ser campeón del mundo. Transcurrían los minutos y entonces el nerviosismo de la gente empezó a maximizarse. La tensión podía recorrer de esquina a esquina tan fastuoso inmueble y fue cuando las premoniciones de lo impensable sucedieron.
A 10 minutos del final Alcides Ghiggia sentenció, no solo el partido, a un estadio, a una nación y los corazones de millones de brasileños. Uruguay consiguió su segunda Copa del Mundo en un escenario ajeno, con un una historia ajena. Demostró con un golpe sobre la mesa que Brasil no estaba listo aún para iniciar su recorrido a ser hoy, el más ganador en Copas Mundiales.
Hizo llorar a un país. Hizo que los suicidios se empezaran a producir desde el minuto 90. Mató la esencia de un futbol que ilusionó un mes a todo aquel que los veía. Uruguay fue Campeón del Mundo dejando al Maracaná llorando, a Rio de Janeiro devastado y a Brasil con la fe dudosa para este maravilloso deporte.