La pelota no entiende de favoritismos. Un día te da un campeonato del mundo, y otro te regala el mejor triunfo de la historia frente al propio monarca. México venció 1 a 0 a Alemania. Vamos, es que no pensaba este humilde escritor que algún día plasmaría esas letras. Va de nuevo… México venció 1 a 0 a Alemania. No, me la sigo sin creer y tal vez rememorando la historia logre convencerme.
Es posible que nunca me quede claro, pero las Copas del Mundo son pintadas por extrañezas coloridas propias únicamente del futbol y bañadas en actos heroicos e historias inimaginables que la cuentan siempre del lado alegre. Hoy, a México le tocó esa parte; la de contar cómo es la plenitud de la grada hacia la cancha y de la cancha hacia la grada.
No es el día ni el momento de pensar en el futuro político, social y económico de México. Y con todo respeto, no tiene que ver con el compromiso de ciudadano. Tiene que ver con el jubilo de aficionado. Dicen que Hirving Lozano hizo retumbar hasta un sismógrafo. No lo culpo. No culpo sus lagrimas mientras corría a festejar, ni culpo las maldiciones salidas de su boca. Culpo a la tempestad de emociones que provocó con su gol que propagaron eventualmente a borbotones los nervios más escalofriantes jamás sentidos. Y que estoy seguro, las gargantas de los narradores, no fueron las únicas a tope. Por lo menos, yo también grité. Por lo menos, 120 millones más lo hicieron.
Alemania se fue al frente todo el segundo tiempo. No concretaron. Llámenlo religión, suerte o lo que quieran. El balón se alió a nuestro favor y no quiso tocar la red una vez más. La pelota es caprichosa y a veces se manda sola. Hoy fue una de esas veces. En las historias siempre hay batallas. Se cuentan de ambos lados y nos tocó esta vez contarla del lado correcto. Qué bien se siente. No porque hoy México sea la palabra más buscada en el resto del mundo por las redes, pero las noticias de impacto siempre son las que corren como pólvora. Y esta, vaya que es noticia.
Alemania tiene 4 campeonatos del Mundo. México ni siquiera ha estado entre los mejores cuatro. Y sin inspirarse en las odiseas griegas, México evitó la tragedia y logró su propio cuento de hadas. La selección se replegó atrás, Alemania orquestó el arsenal que no halló en el primer tiempo pero los escudos aztecas pudieron más que los pesados panzers llenos de coraje, rabia y entre muchos otros adjetivos, también desesperación y nervios.
Los alemanes se volvieron humanos y los mexicanos dioses. Los papeles se invirtieron. Y aunque sea solo por un día, es lindo sentirlo así. Es lindo sentir lo que se siente ser parte del Olimpo. Es lindo sentir la ausencia del derrotismo y consolar al gigantesco rival frente al nuestro tras el silbatazo final. Es lindo pintar de verde al Luzhniki y que este repita los ecos de lo imposible. Es lindo ser mexicano. Es lindo ganarle a Alemania en una Copa del Mundo. Es lindo, volver a leer una y otra vez, México venció 1 a 0 a Alemania.