Hay ocasiones en la vida en que las personas no llegamos a sentirnos del todo a gusto con lo que tenemos. Sea mucho o sea poco, siempre y por naturaleza, el ser humano tiende a ser exigente con todo, a querer más, a sentirse vacío aún teniéndolo todo. No en vano es aquella frase que reza que «no es más rico el que más tiene sino el que menos necesita», pues en una vida llena de banalidades y cada vez más invadida por las apariencias antes que los sentimientos, las personas nos volvemos superficiales e indelebles a lo verdaderamente importante.
Mucho de esto tiene que ver la historia de un mito del arco alemán, un ser humano como cualquiera de nosotros que creyó que lo tenía todo, e incluso desde afuera parecía alguien que no necesitaba nada más para ser feliz. Pero la vida da tantas vueltas y te sorprende de formas a veces tan inesperadas, para bien o para mal, pero drásticas, que creíste tener todo bajo control hasta que te estrellas y entiendes que no es así.
Robert Enke nació en Jena, Alemania, allá por el año de 1977 en un 24 de agosto. A día de hoy tendría 40 años y probablemente seguiría en activo; pues la posición del portero en un deporte tan físico suele ser la más longeva de todas. Sin embargo, hoy se cumplen 8 años de la decisión que tomó un 10 de noviembre del 2009 para quitarse la vida arrojándose a las vías del tren. Tan solo dos días antes, había sido titular con el Hannover 96, y según relataban desde el país germano, tenía todo el perfil de ser el portero titular de Alemania en el Mundial de Sudáfrica 2010.
Su carrera y lo complicado de la profesión
Dentro del campo, Robert era un hombre muy fuerte que se erigía como líder y estaba mentalizado siempre en que primero el debía actuar bien para que al equipo le fuera bien. Como buen alemán, buscaba siempre la victoria desde los ángulos en los que podía actuar. No obstante, tal exigencia consigo mismo le provocaba ser alguien diferente fuera de los terrenos de juego. Un hombre depresivo que podría pasar días sin hablar mucho o semanas sin salir de casa por haber cometido un error que derivase en un gol y una derrota de la que se culpara.
De la acumulación de buenas actuaciones en el equipo de su ciudad, el Carls Zeiss Jena, y las selecciones inferiores de Alemania, Enke subió como espuma su nivel y dio el salto a la primera división de la mano del Borussia Mönchengladbach, fue portero suplente durante más de un año hasta que debutó y su actuación le valió para adueñarse del arco Fohlenelf, relegando al banco a Kamps, portero leyenda que llevaba doce años siendo indiscutible inicialista en el club.
Aunque sus problemas emocionales eran un factor serio, hasta entonces no parecían afectarle de una manera tan profunda. Su concentración, dedicación y exigencia en la autogestión, obtuvieron su premio al ganarse la convocatoria a la Copa Confederaciones con la absoluta alemana teniendo tan solo 21 años. Fue entonces cuando los grandes clubes del viejo continente postraron sus ojos en el guardameta y Benfica fue quien lo convenció de salir de su país natal.
Se mudó a Lisboa junto a la única persona que sabía comprenderle luchando hombro a hombro con él, su novia de toda la vida, Teresa Enke -quien actualmente es la encargada de la fundación que lleva el nombre de Robbie, como le llama ella-. En el Estadio Da Luz, el portero alemán demostró su valía y se ganó a la afición de las ‘Águilas’ a base de actuaciones grandiosas que le permitieron también portar el brazalete de capitán. En Lisboa vivió tres años, quizás de los más felices de su carrera.
Fue entonces cuando el Barcelona decidió ir por él para encontrarle un reemplazo de calidad al argentino Roberto Bonano que parecía ir de salida en el club blaugrana. No obstante, Louis Van Gaal no le retornó a Enke la confianza que le había depositado el club con su fichaje, y prefirió poner a un joven canterano llamado Víctor Valdés, quien a la postre sería considerado el mejor portero de la historia del club. Desde entonces, Valdés se adueñó de la portería del Camp Nou, al menos en La Liga, mientras que Enke solo obtendría minutos en Copa del Rey.
Si lo de la titularidad de Valdés por encima de él ya era un golpe durísimo a su moral y estabilidad emocional, su debut en Copa del Rey terminó de hundir a Robert en la desesperación de quien llega a un lugar nuevo y no encaja por más que quiera. Aquella noche fue debut y despedida, por decirlo así. El poderosísimo Barcelona perdía 3-2 ante un equipo que era colista en la tercera división de España, el Novelda de Alicante. Desde entonces el meta dejó de contar para Van Gaal y todo en la ciudad de Gaudí seria una pesadilla constante.
Como sacado de una película de cine, la fortuna en el fútbol le era esquiva a Enke de una manera irracional y poco creíble. Tras ese mal año en Can Barça llegó otra oportunidad en el Fenerbahçe turco. Un nuevo debut y una nueva goleada. Su equipo cayó 0-3 frente al Istanbulspor. Seis meses en Turquía le fueron suficientes para querer abandonar y regresar a España, pero esta vez iba al Tenerife, donde recuperaría la confianza y volvería a creer en él. Finalmente regresaría al Hannover 96 para estar con su familia y esperar el nacimiento de su hija Lara.
Ya de nuevo en Alemania, Enke se volvió otra vez la estrella de su club y un recurrente en la lista de la Mannschaft. Se llevó el premio al mejor portero de la Bundesliga, pero su vida familiar no era del todo tal maravilla. Su hija Lara había venido al mundo con una malformación en el corazón y en 2006 fallecería en el hospital luego de cuatro cirugías que se le habían practicado desde su nacimiento. Ese, sin lugar a dudas, fue el golpe mas duro que sufrió el guardameta, el que más le afectó, el que lo terminó de hundir cuando intentaba salir a flote.
La familia Enke estuvo en terapia para superar ese momento tan difícil, Robert consultaba a un terapeuta de confianza que le ayudaba con sus crisis y de la mano de su esposa Teresa logró intentar seguir con su carrera y su vida. Sin embargo el vacío latente de Lara nunca le abandonó. Su nivel como guardameta siguió acrecentándose, se volvió capitán del Hannover y era el segundo portero de su selección. Disputó la Eurocopa 2008 que perdió con España en la final, llegó a adoptar a una niña y desde la prensa se decía que sería el portero titular de los teutones en Sudáfrica 2010.
La decisión más difícil
Aunque todo parecía ir en orden y su esposa Teresa veía una aparente estabilidad en Robert, la verdad del infierno que vivía el guardameta por dentro solo lo sabía él. Así, la mañana del 10 de noviembre de 2009 y con solo 32 años, Enke salió de su casa, se despidió de Teresa y le dijo que iría a entrenar. No obstante, el Hannover descansaba ese día. El arquero alemán decidió estacionar a unos metros del ferrocarril y empezar a caminar por ellas en las inmediaciones de su casa, en la localidad de Neustadt. Consecuentemente caminó unos 100 metros a un costado de las vías, según los reportes policiales y murió al ser embestido sin piedad por un tren regional.
Hoy, 10 de noviembre de 2017, su amigo y colega, Per Mertesacker ha dejado una carta emotiva en la página de la fundación que lleva el nombre del fallecido meta alemán. Un detalle grandísimo con un significado especial de la amistad y lo difícil que puede llegar a ser la vida aún pareciendo que lo tienes todo.