Bendito futbol que todavía podemos contar a los ídolos con dos manos. Bendito el futbol que ha logrado dar alegrías intangibles a momentos imborrables. Bendito el futbol que nos ha hecho conocer la magia con una simple pelota y dejarnos impresionar por cosas que jamás habíamos visto antes en una cancha ni de cerca ni de lejos. Bendito futbol que enamoraste a un chico hace 38 años llamado Ronaldo de Assis Moreira.
Un pequeño que nació en Porto Alegre, sin dinero, con pocas posibilidades de triunfo y un manto cubriéndolo de fracasos futuros. Pero que conoció, al igual que todos los chicos brasileños, una tarde en la playa a una pelota de futbol. Fue entonces que el amor a primera vista reservó un boleto en la primera fila para ver el imposible desenlace de una magia que invadiría cada rincón del planeta.
Desde su corta edad sorprendió al Gremio, quien no se la pensó y en 1995 lo enfundó en sus colores. Dos años después, estaba firmando su primer contrato profesional mientras miraba en la tele a una estrella consagrándose con el mismo nombre que el suyo, Ronaldo. El Gremio se imaginó un futuro de éxitos con él, pero Dinho quiso ir más allá y en el 2000 suspiró por Paris y sus encantos alrededor del Parque de los Príncipes. Justamente tras una polémica, el club francés lo firmó, mucho antes que el dinero se apoderara de esa institución.
Cumplió 23 años en el 2003 y el mejor regalo de cumpleaños, fue el viaje a unos kilómetros de Paris. Lo esperaba el FC Barcelona, un reto que lo volvería estrella mundial. Una luminaria que se encargaría de exponerlo masivamente y una vitrina que lo crecería de manera superlativa. Y entonces, tras no poder ganar nada en Francia, decidió firmar con el equipo catalán que prometí mucho y realizaba otro tanto. Ronaldinho llegó como fichaje estrella, pero nadie imaginó el valor que representaría tan solo meses más tarde.
Para él, las canchas de España eran un juego de niños. Driblaba, pateaba, cabeceaba… todo, todo lo hacía riendo. Como si se tratase de una fantasía o de una simple diversión. El capricho de volverse seriamente profesional, lo convirtió en un circo donde invitaba a todos los aficionados a ver cómo podía ridiculizar a los oponentes con gambetas imposibles y goles de mera imaginación. Fueron solo 5 años, con la sensación de una eternidad pintada de azul y rojo. A decir verdad, un juicio muy duro hecho por el tiempo y el futbol dándole solamente 2 Ligas, una Champions y un par de Supercopas. Para la magnitud del brasileño, algo muy relativo e hasta cierto punto insignificante.
Hizo la tarea tal vez mas importante en la actualidad del Barcelona; pasar una estafeta de dorsal y magia y claro, liderazgo a una nueva generación de talento llamada Lionel Messi. En 2008, Ronaldinho se marchó rumbo a Milan con un Balón de Oro en las manos entre otros premios. En Lombardía la cosa no pinto del todo bien pero tampoco con tintes de catástrofe. Un título en 3 años, hicieron pensar al astro en reconsiderar la ubicación pero jamás la dedicación. Se fue a Brasil, donde siempre quiso estar, tal vez desde un inicio. Amaba bailar y la música la entendía de igual forma que lo hacía con el futbol. Probó suerte en México con el Querétaro para finalmente poner punto final en 2015 con el Fluminense.
No todos pueden presumir un trofeo de cada torneo en el que participa. Ronaldinho sí. Una Copa Libertadores y una Champions… una Copa América y un Mundial. Un Balón de Oro… Vaya que tiene cosas qué festejar. Son 38 sonrisas y lo que queda de vida de magia.