Inglaterra 1966 y el gol que nunca debieron celebrar
La división de opiniones referente a la tecnología dentro del futbol es un tema de cada día por las mesas del mundo en distintos idiomas, diferentes perspectivas pero con un mismo fin: justicia en la cancha.
A pesar de ello, muchos argumentan que matarían el romanticismo de la pelota, pero otros tantos coinciden el margen de error se reduce notoriamente en la presión de los árbitros. Tenemos la dicha de poder debatir un tema así gracias a la actualidad que vivimos. Con todos los medios posibles para emitir un juicio acerca de alguna jugada.
Sin embargo, la tarea de los árbitros hace no mucho, era doblemente difícil. Decidir en milésimas de segundos y ejecutarla sin cargo de conciencia. Probablemente si la tecnología estuviera implementada de toda la vida, la historia del fútbol en definitiva, no sería la misma.
Todos nos preguntamos qué hubiera sido del gol con la mano de Maradona, o el de Henry que clasificó a Francia al Mundial de Sudáfrica, las actuaciones de Corea del Sur ante Italia y España en 2002, la semifinal de la Champions entre Barcelona y Chelsea… y claro, el gol fantasma de Inglaterra a Alemania en 1966.
Un 30 de Julio, llegaron al mítico Wembley Inglaterra y Alemania en búsqueda del título mundial. Los locales jugaban una final por primera vez ante unos alemanes que ya conocían la máxima gloria del balompié mundial. Se dice que Inglaterra sí llegó con méritos propios y nadie los juzga, pues Banks, Hurst, Moore y Charlton formaban parte de esa selección, aunque en frente tendría a Uwe Seeler y Franz Beckenbauer.
El peso de la localía y talento de los pies de los 4 fantásticos ingleses pusieron al borde del júbilo a un estadio lleno tras 90 minutos y un marcador parcial de 2 a 1. SIn embargo, bien dicen que para vencer a los alemanes se necesita de todo y mucho más… y fue así. Weber empató en la última jugada y el 2 a 2 obligó a jugar los tiempos extras.
Entonces la historia llegó para quedarse. Al minuto 101, Geoff Hurst disparó de media distancia y el balón pegó el travesaño picando en el pasto. Ante la duda de todo mundo, atónito ante la situación, el asistente anunció la validez del gol y la algarabía explotó del lado inglés.
La duda invadió a los alemanes, desde el banquillo hasta la portería. Helmut Shoen , técnico alemán no pudo reclamar inmediatamente pues aseguró no haber visto si el balón rebasó la línea de gol. “No puedo decir si el balón entró o no, debido a que no pude ver exactamente la situación. El gol sin embargo fue dudoso” sentenció.
La jugada del «gol fantasma». Source: Didier Cristaldo (You Tube)
Sus jugadores aseguraban que no había traspasado la raya pero el juez de linea ruso, Tofik Bakhramov, se mantuvo en su decisión ante la confusión incluso del árbitro central. El gol lo dieron por bueno y los ingleses ya ganaban entonces 3-2.
Ante la situación de desconcierto por parte de la visita, cayó el 4 a 2 y la sentencia final para que Inglaterra saliera campeón por primera vez en su historia.
Un gol que nunca debió ser celebrado. Un gol que jamás existió. Un gol que de no haberse hecho válido, pudo ser distinta la historia. Pero la misma estaba llamada a fungir como escándalo y polémica. La misma historia hizo el papel de villana, secundada por aquel línier ruso que nunca admitió su equivocación y siempre se mantuvo firme ante el robo que se estaba perpetuando ese día en Wembley.