Ya son 46 futbolistas que han muerto en pleno campo de juego
Solía decir Platón: “La mejor tumba es la más sencilla”. ¿Cómo tomarle sentido a las palabras del filósofo griego?. La muerte es la muerte y nada más. La muerte es tristeza. Es devastación, ruina, tragedia… la muerte es sinónimo de fin. Las tragedias dentro del futbol son tan numerosas como imborrables. Como todo ciclo en la vida, comienzo y final. Pero cuánta razón tendría Platón si en efecto, la tumba de los futbolistas fuera la cancha. Qué dicha morir haciendo lo que te apasiona. Qué fortuna despedir a la vida con el sueño de tu vida.
El misterio de la muerte sobre el campo de fútbol, será siempre un misterio. Es inevitable, ahora en plena Copa Confederaciones, dejar de lado el nombre Marc Vivien Foe.
El escenario era el estadio Gerland en Lyon, Francia. Se jugaban las semifinales entre Camerún y Colombia. Corría más allá del minuto 70 cuando el camerunés, desde el centro del campo, se desplomó sin más. Un futbolista colombiano corrió para asistirlo. Los médicos de la FIFA entraron para reanimarlo. El jugador del Manchester City, respiraba, pero estaba inconsciente.
Fueron minutos los que pasaron para que se reanudara el juego. La incertidumbre reinó en el banquillo africano. Preguntaban, se miraban unos a los otros buscando respuesta, miraban desconcertados incluso al banco vacío que debía ocupar su compañero. Llegó el silbatazo final. La alegría de Camerún por alcanzar la final, fue sombría y moderada. Marc Vivien Foe, había muerto.
No se sabía la causa. Rumores apuntaron a un aneurisma. Pero lo acertado fue una hipertrofia en el ventrículo izquierdo del corazón lo que a pesar de los intentos de revivirlo por una hora, fueron en vano. Fulminante como rayo.
Entonces el mal hábito de la muerte y su pasatiempo de presentarse en las canchas de fútbol por el mundo, empezó a desatarse. Un año más tarde, Serginho, del Sao Caetano se desplomó a causa de una arritmia cardíaca, la cual había sido detectada desde la pretemporada. Sin embargo, no se tomaron las medidas provisorias.
En 2005 el húngaro Miklos Feher del Benfica portugués cayó inconsciente por un tromboembolismo pulmonar durante un partido de liga ante el Vitoria Guimaraes. Murió dos horas después en el hospital.
En 2007, en España, durante un partido entre Sevilla y Getafe, el defensa andaluz Antonio Puerta se desmayó en el otro extremo de la cancha. La causa fue un paro cardiorrespiratorio. A pesar de que se detuvo el partido, el jugador mostró síntomas de mejoría. Incluso salió del terreno por su propio pie. Pero en los vestidores sufrió cinco desmayos. Internado en el hospital, Puerta murió a los 3 días dejando a su novia con ocho meses de embarazo.
En 2009, Hugo Ávalos, futbolista paraguayo se desplomó mientras celebraba un gol con su afición. En 2012, el italiano Piermario Morosini corrió la misma mala suerte. Tenía 25 años y jugaba para el Livorno. La causa de nuevo fue cardíaca.
Hasta la fecha, suman 46 futbolistas que han muerto en pleno campo de juego. Este mal ha aquejado al fútbol desde los primeros registros. Pero el misterio del incremento de muertes desde el año 2000 es algo que nadie, ningún médico, ha podido aclarar. ¿Presión? ¿Estrés?¿Elevada exigencia en rendimiento?. Misterio al fin. Lo único cierto, es lo que dijo Platón y lo cierto es eso mismo… no hay mejor tumba, que una cancha de futbol.