Con Boca Juniors, hasta la muerte.
Apenas en 2015, fue considerado por una prestigiosa revista británica como “el mejor estadio del mundo”. Abrió sus puertas en 1940 bajo el nombre de Estadio Camilo Cichero. Hoy, oficialmente se llama Estadio Alberto J. Armando. Pero es mundialmente conocido como “La Bombonera”.
Una cancha repleta de éxitos, butacas desbordadas de júbilo, paredes que cuentan anécdotas con risas y lágrimas y encima un cielo que lo ilumina a pesar de ser el manto oscuro de la noche su lugar favorito para contar estas historias. Las luminarias de los costados y las más altas detrás de las porterías realzan aún más la pasión que vive la gente por el Boca Juniors, equipo que juega en ese campo.
Llamado tradicionalmente así por la similitud a una caja de bombones, este estadio es tan sagrado como cualquier templo religioso. Incluso, Maradona le llamó “El templo del futbol” declarando, como cada día lo hace, su amor por la institución xeneize.
En Buenos Aires, este estadio lo admiras o lo aborreces. Es muy común ver en cada partido las 60,000 butacas ocupadas. Es más común aun sentir que la tierra tiembla durante los juegos de Boca. Perfectamente confundible con un terremoto, pero no es más que los saltos de los aficionados haciendo retumbar la construcción entera.
Muchas anécdotas se dicen y cuentan alrededor de este coloso. No meramente donde la pelota es el principal atractivo. Se dice que este estadio está embrujado.
Existen varias versiones sobre porqué lo está, pero no existen muchas de si en realidad lo está. Pero las leyendas urbanas son numerosas y los supersticiosos crédulos. Cuentan que por las noches se escuchan risas, voces y todo tipo de actividad parecida a la de los aficionados apoyando a Boca Jrs.
Muchos explican que tiene que ver porque parte de los aficionados que mueren, como último deseo, piden sus cenizas esparcidas en el campo de juego. Las peticiones llegaron a ser tantas que la directiva mandó a hacer un cementerio a un lado del estadio para enterrar a todos esos fanáticos empedernidos.
De cualquier modo, los trabajadores del estadio y veladores afirman que han visto deambular sombras y espectros por los pasillos, los vestidores e incluso en las gradas. El trabajo de velador de La Bombonera es uno de los menos queridos pero de más curiosidad en toda Argentina.
Cuentan los periodistas argentinos que dentro de la sección “L” del estadio, se aprecia de vez en cuando un hombre con una camisa blanca. Llama la atención que el hombre siempre está sentado, cuando en teoría, no se debe de estarlo en una butaca. Es cuando se torna más misterioso el asunto…
Cuando el personal de seguridad se acerca para darle las indicaciones correctas, el hombre ya no está en ese lugar. No ha sido un hecho aislado. Cuentan los guardias de seguridad que ha pasado numerosas veces de noche, de día… a la hora que juegue el equipo… siempre Boca.
Sin embargo, la historia que pone a todos con la piel de gallina es la del empleado de mantenimiento de las máquinas de café. Relata que en una ocasión con el estadio totalmente desolado, limpiaba las maquinas de café que habían dado servicio esa noche. De pronto, escuchó un estruendo del otro lado del estadio. Como si cientos de aficionados bajaran las escaleras apresuradamente gritando y cantando. El empleado pensó que se trataba de la hinchada contraria desalojando apenas el estadio.
Cuando fue para mirar aquel sector, se encontró con nada más que oscuridad. Nadie, ni un alma rondaba por esas escaleras. El empleado, aterrorizado volvió corriendo al otro lado del estadio y se refugió en su zona y hacer caso omiso a lo que había escuchado.
Los expertos paranormales afirman y coinciden que todas esas cenizas arrojadas al pasto, hacen un efecto de eternidad, pero en ese mismo lugar. Son aficionados que juraron lealtad a su equipo. Aficionados que adoptaron como su nueva casa esta caja de bombones llena de goles. Aficionados que acompañan al equipo en las buenas y e las malas. Aficionados que no saben que han muerto. Aficionados que nunca se irán y que quieren ver campeón a Boca una y otra vez.