Garrincha, el autor intelectual que enderezó a Brasil
Pelé era el matón. Garrincha quien escondía el delito. No se hacía futbol uno sin el otro. No se conquistaba el área rival si uno faltaba en el barco. Así era aquel Brasil. Poderoso y construyendo sobre el césped una dinastía. Así comenzó aquella verdeamarela , con Pelé por delante y Garrincha por detrás.
Cuando el mayor fracaso de la historia del futbol brasileño sucedió, Garrincha ni se enteró. Bonachón y despreocupado, pescaba por alguna playa de Brasil alejado de la costa y de los murmullos y lágrimas del Maracaná.
No era un futbolista prototipo. Tenía 80 grados las piernas hacia dentro y la pierna derecha 6 centímetros más larga que la otra. No hay teoría científica del porqué de la perfección en tiros libres o la facilidad en su regate. Probablemente sus piernas, en su deformación, formaban un arte con el balón.
Manuel Francisco dos Santos fue bautizado por su hermano mayor como Garrincha, ave típica de la zona de Mato Grosso, una selva brasileña. Fiel al Botafogo donde lo ganó todo. Infiel en el amor, donde lo perdió todo. 14 hijos, con mujeres por doquier. Eso sí, todos reconocidos o bien, aceptados.
La disciplina que tenía en la cancha, no la tuvo fuera de ella. Era un bebedor empedernido. Fiestero y con gran gusto por la música y por supuesto el baile. Construyó junto a Pelé un bicampeonato mundial que apagó el fuego del desastre brasileño de 1950.
Solía llamar “Joao” a sus oponentes. No importaba la nacionalidad, el peso del apellido rival, la posición o historia pasada. Para él, era todos Joao. Si fue capaz de ningunear a cuanto rival enfrentó, no podía quedarse atrás el “campeonatito” que ganó en Suecia 1958, dicho por él mismo refiriéndose a la Copa del Mundo.
Pelé le debe 2 de 3 títulos mundiales en su palmarés. Así lo aseguró en alguna ocasión el astro mundial. Al grado que en Chile 1962, Garrincha hizo el papel de Pelé cuando este salió lesionado. No hubo diferencia. Era un clon de O Rey. Igual ganaron. Igual arrasaron. Igual daba lo mismo: Garrincha o Pelé, Pelé o Garrincha. Con uno u otro dentro del campo era sinónimo de triunfo. Juntos… era misión imposible.
Pisó 60 veces una cancha con la canarinha y sólo perdió un partido. Regateaba por placer y para dar espectáculo. La afición, a diferencia de sus rivales, sí llevaban nombre y apellido. Los apreciaba y se regalaba para ellos.
Cumplió 50 años y murió a causa del alcoholismo. Después de todo la vida era una fiesta y había que celebrar. Con regates, con un balón, con mundiales, con Pelé. Y así lo sentenció en su tumba. «Aquí descansa en paz el hombre que fue la alegría del pueblo: Mané Garrincha”.
Tenía las piernas torcidas. Bebía desmedidamente. Amaba desproporcionadamente. Menospreciaba a rivales y partidos. ¿Seriedad? La desconocía. Él sólo quería driblar, jugar y sonreír.