Memo Ochoa y su nueva aventura belga
Como un aventurero con mochila al hombro recorriendo Europa. Así imaginamos a Guillermo Ochoa. El portero de la selección mexicana jugará con su cuarto equipo europeo y tercer país en su currículum.
La odisea a través del Atlántico comenzó en el 2011 en Francia. La costa azul lo enamoró pero el Ajaccio lo descendió. Memo paró lo que pudo, pero fue inevitable salvarlo todo.
Se fue al Málaga. De nuevo a la costa. De nuevo al sur. De nuevo al mar. Ahí no encontró el fracaso, pero sí una desconfianza amurallada desde el banquillo cuando Javi Gracia prefirió a Carlos Kameni y no a él como titular. Ochoa aguantó y jugó las sobras del africano. Se nutrió de esa poca acción hasta que la granada malagueña llamada paciencia le explotó y entonces, una vez más, emigró.
Siempre Andalucía. Las murallas con la arquitectura de los Moros lo sedujeron en Granada. La Alhambra le deseó buena suerte, pero el Estadio de Los Cármenes no se la hizo llegar. Memo descendió. Fue el portero más goleado de la Liga, pero sin ese sacrificio bajo los 3 palos… pudo ser peor.
Otro descenso, otro fracaso y otra vez a remar desde altamar hacia la costa. Entonces llegó Bélgica. Llegó Lieja. Llegó el amarillo y el rojo. Llegó La Mosa, sus múltiples iglesias, sus finas cervezas, sus elaborados chocolates y sus 10 títulos ligueros. Ochoa apostó a la segura y tomó un avión para Bélgica.
Nada puede salir mal en una ciudad pasiva en entorno y corazón. Pero tampoco podía salir nada mal en la perla azul de Francia, en la Granada amurallada o en la costa malagueña. Aquí es diferente. Cambiará los descensos por los títulos. Los sotanos en las tablas generales por los áticos del futbol europeo. Cambiará las burlas por los aplausos. La pena por la potencial gloria casera.
Bélgica un país loco futbolisticamente hablando. Standard lo presentó con un nada habitual número 8 en un dorsal de portero, el día de su cumpleaños y sin aficionados a borbotones. Un país donde no tiene la mejor liga pero irónicamente, si tuvo una cima en el ranking de la FIFA.
Una selección belga plagada de figuras, que dan la vida por su país pero que no juegan dentro de él. Un futbol que promete pero falla a la mera hora. Que te convence para apostar y te hace perder 90 minutos más tarde.
Un futbol donde a finales de los 80 se habló español con acento mexicano gracias a Carlos Hermosillo. Poco y nada del veracruzano el único año (1989-1990) que estuvo.
Llega a ocupar el lugar de quien lo ganó todo con el azul y grana del Barcelona, Victor Valdés y que hoy, es historia olvidada. El lugar que alguna vez perteneció a los grandes arqueros Fabián Carini y Michael Preud’homme.
A la playera que defendió algún día Sergio Conceicaco y Jean Capelle. A la liga que alguna vez hizo suya Scifo, Kompany, Lukaku y Amokachi.
Este equipo no es el mejor de Bélgica. Es el cuarto en títulos, pero pertenecer a ese póker de jefes, es más que suficiente para tal vez y porqué no, volver a empezar con el balón en los pies. Pero ojo, que el Estadio Maurice Dufrasne de Lieja olvida poco y habla mucho.